miércoles, 10 de agosto de 2011

Promesas incumplidas

Muchos análisis se están haciendo ya de los disturbios que se expanden por Inglaterra desde el pasado sábado. No parece casual que, en un año donde manifestaciones ciudadanas de distinta índole se van repitiendo por distintos países, el Reino Unido asista a incidentes con un claro componente violento, incluyendo saqueos e incendios de todo tipo de edificios, si bien parece que claramente dirigidos a grandes almacenes y tiendas de diversos productos de consumo.

Estoy de acuerdo con muchos analistas cuando dicen que estas manifestaciones tienen poco de políticas, sobre todo cuando no vemos edificios públicos atacados, sino puros saqueos de material deportivo o electrónico. Sin embargo, no conviene dejar el asunto en un mero problema policial o de seguridad pública, porque obviamente unos incidentes así no surgen de la nada, o de una panda de "rufianes" que de repente se ponen de acuerdo en incendiar el país.

El Reino Unido es uno de los grandes baluartes del capitalismo mundial. La city londinense (que, no lo olvidemos, es un gran paraíso fiscal dentro de la misma ciudad) alberga a las grandes compañías mundiales y el país sigue siendo una referencia mundial en el desarrollo de un sistema basado en el individualismo, la ganancia personal y el progreso económico. Pero el país también es un ejemplo de la aplicación, sobre todo desde los años 80 con Margaret Thatcher, de sucesivas oleadas de políticas neoliberales que han ido desmantelando poco a poco su sistema de protección social y que, por ende, han ido dando lugar a un país cada vez más desigual en su reparto de la riqueza. Parece, pues, un buen ejemplo de laboratorio para analizar el desarrollo de un capitalismo bastante "puro".

El sistema capitalista es básicamente embaucador. Promete cosas. A través de los medios de comunicación vemos diariamente a personas que, sin ser demasiado listas ni tener unos principios éticos especialmente desarrollados, acceden a status bastante privilegiados, status que siempre se basan en la posesión material y en el acceso a un determinado nivel de vida donde no importa tanto qué haces sino dónde estás y cómo te ven los demas. Es la cultura del éxito, de los triunfadores, la "cultura facebook", donde millones de egos pugnan por ser quien más sonríe en las fotos, quien más amigos tiene y quien hace los viajes más alucinantes. No existen los problemas en este mundo virtual que se nos vende como una tierra prometida a la que cualquiera puede acceder, desde la típica chica de barrio sin estudios hasta el chaval que jugaba al fútbol en el callejón y que llegó a ser un nuevo Tony Manero con su Ferrari y su gorra rosa.

Todo este mundo paralelo que el sistema ha ido creando genera el pensamiento de que, aunque tengamos trabajos de mierda, aunque nos sintamos como hamsters dentro de una rueda eterna, al menos esto nos da dinero para tener esas ansiadas vacaciones, cuyas fotos luego colgaremos en el facebook, o para comprarnos el último ipod, ipad o iloquesea para enseñárselo a nuestros compañeros de ese trabajo de mierda que tenemos y fardar de él. El problema surge cuando esos trabajos de baja calidad ya no dan ni siquiera para colgar fotos en facebook o para comprarnos gadgets. A nadie le gusta que las promesas que te han hecho no se cumplan.

Alguien podría decir que esto no justifica determinados comportamientos, que todos deberíamos tener una tolerancia a la frustración y que no todo en este mundo son las riquezas o posesiones materiales, y los tres argumentos son ciertos. El problema es que, cuando se ha instituido un sistema que deja de lado la cultura y la educación como los mejores medios de progreso e inclusión social, cuando poco a poco va calando ese "todo vale" que ya se inculca incluso desde los propios dirigentes políticos, cuando a la hora de afrontar una crisis económica siempre se recorta por el lado de las políticas de integración y de redistribución, no podemos echar la culpa de todo lo que está pasando tan sólo a los que queman coches. ¿Cuántas biblioteas se han cerrado en los barrios ingleses donde se están produciendo los disturbios? ¿Qué alternativas de futuro ofrece el sistema a sus jóvenes? Empezamos a ver que quizá ya tienen menos que perder saliendo a la calle a incendiar la ciudad que quedándose en casa refunfuñando porque no pudieron comprarse unas nuevas zapatillas. Esto también es capitalismo.

Cada vez más tengo la sensación de que el capitalismo se derrumbará solo, fruto de sus cada vez menos disimulables contradicciones y de la cada vez mayor legión de excluidos que produce. Estoy convencido de que los jóvenes que han provocado los disturbios no habrán tenido (en su mayoría) motivaciones de reivindicación política. Están aún muy dentro del sistema si lo que obtienen de su revuelta son televisiones de plasma o zapatillas deportivas. Sin embargo, plantean al sistema una pregunta importante: ¿qué hacemos si lo que nos prometiste era mentira?

No hay comentarios:

Publicar un comentario