lunes, 25 de julio de 2011

Apareció el terrorismo cristiano

Sé que corro el riesgo de la falta de objetividad escribiendo este artículo cuando aún está tan reciente una tragedia de la magnitud de la que ha asolado Noruega hace sólo tres días, pero la entrada no es fruto de la indignación o del "calentón" del momento. Es simplemente una constatación. Porque parece que el mundo estaba demasiado preocupado del terrorismo islamista cuando ha aparecido ante nuestras narices otro que no le va a la zaga en poder destructor y fanatismo miserable: un terrorismo cristiano de ultraderecha. Ya son conocidas mis opiniones sobre las tres religiones monoteístas "del Libro", es decir, cristianismo, judaísmo e islam, que considero fruto de innumerables crímenes, guerras y violaciones de los derechos humanos desde que las tres vieron la luz en este mundo.


A día de hoy, sigue siendo habitual en diferentes rincones del mundo la muerte de inocentes a manos de iluminados que creen que su guerra santa dará con sus huesos inmortales en un lecho de huríes vírgenes, o de nuevos cruzados defensores de la Europa cristiana frente al diabólico sarraceno, o de ejércitos sanguinarios que defienden un territorio que les regaló el autor de un libro escrito hace más de dos mil años. Los crímenes de Noruega son un peldaño más de esta escalada infame.

Muchas veces he tenido ocasión de discutir este tema con algunos amigos que me reprochan mi radicalismo en la crítica a estas tres religiones, y se suele argumentar en su descargo que sus doctrinas no son perversas per se, sino que lo es la interpretación que les dan determinadas personas, o las posturas que mantienen sus jerarquías oficiales o las imágenes prejuiciosas que tenemos de ellas. Por supuesto, si lees determinados pasajes de la Biblia como El cantar de los cantares o el Eclesiastés (recuerden, todo es vanidad), los poemas amorosos de Ibn Arabi o las viejas canciones de amor que los sefardíes cantaban a sus amadas en la España del siglo XV, ves cómo todo sentimiento religioso florece de una determinada sensibilidad ante el mundo y también de un profundo sentimiento amoroso, aunque sea hacia un ser superior.

Pero, como digo, esto sucede en todo sentimiento religioso, no sólo en el derivado de estas tres religiones. También el budismo proclama un desasimiento de los bienes materiales y la búsqueda del camino del desapego como única forma de huir del sufrimiento de este mundo. También nos habla de un karma que se va recargando con nuestras acciones en este mundo y que puede llevarnos un día a iluminarnos y salir del samsara, de la eterna rueda de reencarnaciones en la que estamos sumidos. Lo dije en una entrada anterior y lo reitero: nunca murió nadie en una guerra en nombre del budismo. Por eso, le otorgo a esta creencia una categoría superior que la que ostentan las tres anteriores.

Más allá de las doctrinas específicas de cada una de ellas, un hecho objetivo e incontrovertible es que en su nombre se han producido miles, millones de muertes a lo largo de la historia. Palabras como yihad, cruzada o tierra prometida proceden de ellas y, aunque se nos pretenda vender que sus significados se tergiversan por determinados grupos integristas, el Corán habla de la necesidad que tiene todo creyente de propagar su religión entre los que no lo son, los cruzados efectivamente existieron y se dedicaron a masacrar ciudades enteras en nombre de un texto sagrado y las tierras prometidas aún existen, como vemos a día de hoy en el lamentable comportamiento del Estado de Israel frente al pueblo palestino desde su creación.

¿No deberíamos empezara pensar que algo negativo debe existir en estas tres doctrinas para haber provocado tanto sufrimiento?

¿Sólo a mí me parece que el Dios del Antiguo Testamento es un dios abiertamente genocida, que anima a Moisés a hacer desaparecer a aquellas personas que ya vivían en la tierra prometida cuando aquel llegó?

¿Sólo a mi me parece que la actual Iglesia católica es una institución profundamente misógina y antidemocrática?

¿Quién dio derecho al Estado de Israel a pasar de ser víctimas a verdugos?

¿A nadie le chirría que, deslumbrados por un falso relativismo cultural, toleremos que a las mujeres musulmanas se les impongan vestimentas y formas de ver la vida profundamente machistas?

¿En nombre de qué dioses se pronuncian estas religiones?

Creo que en estos tiempos de cambio que estamos viviendo en algún momento tendremos que detenernos sobre este tema, porque cuando un pensamiento ya no sirve lo mejor es dejarlo de lado y alumbrar uno nuevo. Estamos hablando de dogmas que fueron escritos hace, como poco, dos mil años, y que hoy en día no se sostienen por ninguna parte. Que en el año 2011 aún alguien en este planeta crea que es posible ir al paraíso volándose junto a miles de personas con un chaleco lleno de bombas, o que una cruzada en Europa es aún necesaria, o que una determinada tierra le pertenece porque lo dice un libro, no son más que muestras de lo mucho que aún le queda a la especie humana por evolucionar. En ello estamos y ojalá avancemos en este camino. La humanidad no se merece que ideologías tan disgregadoras, insolidarias y antidemocráticas tengan aún hoy tanto predicamento.

lunes, 18 de julio de 2011

Día de recuerdos

Hoy, cuando se cumplen 75 años del golpe de Estado que provocó la guerra civil española y cuyos responsables nunca pisaron la cárcel, me he propuesto dedicar esta entrada a algunas personas:



- A aquellas que soñaron una España mejor.

- A las que se rebelaron contra el yugo de los grandes terratenientes.

- A Clara Campoamor y a tantas otras luchadoras por el voto femenino.

- A las que se propusieron acercarse a Europa en derechos y libertades.

- A las que lucharon por la libertad, sin dios, ni patria, ni amo que se la segara.

- A las que quisieron acabar con siglos de dominación y oscurantismo de la iglesia católica.

- A las que lucharon por un país de ciudadanos, no de súbditos.

- A los maestros que dedicaron sus mejores energías a educar en la libertad.

- A los que fueron fusilados en las tapias del cementerio del Este.

- A sus compañeras que fueron rapadas y vejadas.

- A los que pasaron 40 años de sus vidas encerrados por miedo.

- A los brigadistas internacionales que, a diferencia de sus países, no nos abandonaron.

- A quienes quisieron desmontar del caballo a los amos del cortijo.

- A todos los exiliados.

- A quienes fueron asesinados y arrojados en cunetas donde aún hoy esperan justicia, verdad y reparación.

- A los esclavos del valle de los caídos.

- A todos los que, en los años 30, desde España, dieron lecciones de modernidad al mundo.



A todos ellos, mi agradecimiento y mi recuerdo.

martes, 12 de julio de 2011

Basta de bromas

Asistimos estos días al lamentable espectáculo de ver cómo los "mercados", que podíamos mejor denominar especuladores carroñeros (no son otra cosa), se recrean en desmantelar la Unión Europea a base de forzar impagos en varios de sus Estados miembros subiendo la presión sobre su deuda soberana. No creo que nadie dude de que estos mecanismos, que tan sólo buscan la máxima ganancia aún a costa de hundir países enteros (y con ello, a sus ciudadanos), no tienen límite y no parararán de tensar la cuerda hasta que alguien dé un puñetazo en la mesa. La situación está deviniendo demasiado grave como para que la UE no adopte de una vez una posición común seria, que refuerce a la Unión y al euro y que frene de una vez esta espiral absurda. La integración política y fiscal de la UE debe reforzarse tras esta crisis, hay demasiadas cosas en juego y gobiernos pacatos como el alemán, el holandés o el finlandés, que no cesan de boicotear los acuerdos del Eurogrupo, deben poner por delante de sus intereses nacionales la defensa de la UE, porque unidos somos mejores y más fuertes.

Es intolerable que países soberanos se vean sometidos a los vaivenes que provocan cada semana tres agencias de calificación, léase Moddy's, Standard and Poor's y Fitch, que juegan a subir y bajar la nota de los países según tenga el ánimo el incompetente empleado de turno que aprieta la tecla correspondiente. Digo incompetente porque está demostrado que estas mismas agencias no supieron prever el hundimiento de Lehman Brothers, que tan lejano parece ahora y que fue uno de los gérmenes de todo lo que sucede hoy. ¿Quién califica a las agencias de calificación?

¿Alguien recuerda que hace 10 o 15 años se hablara de estas agencias? Hoy todos los telediarios abren día sí y día también con la nota que Moody's pone a la deuda española, y los países tiemblan ante una posible bajada en la calificación. Esto, si no fuera por las consecuencias directas sobre los ciudadanos que ya estamos sufriendo, no podría povocar más que risa. ¿Tres empresas privadas, además de capital estadounidense, controlando el comportamiento de toda la Unión Europea y favoreciendo con ello el auge de los especuladores que acuden a la sangría como buitres a la carroña? ¿Hasta cuándo se va a tolerar esto? Por favor, acabemos con esto de una vez y creemos mecanismos serios de calificación a nivel europeo y controlemos a estas agencias que están jugando con cosas demasiado serias.

Y también empecemos a pensar que no es tan grave no pagar la deuda, México o Argentina ya lo hicieron en los 90 e Islandia lo ha hecho hace escasos meses. Como ciudadanos europeos nos corresponde movilizarnos y exigir a nuestros países que no pasen por el aro de este juego que ya apesta. Y que no nos vendan que no queda otra: que nos pregunten en referéndum si queremos hacer frente a esa deuda, que nos pregunten de dónde queremos que se financie el Estado, que nos pregunten si queremos seguir aportando fondos públicos a entidades financieras.

¡Basta de tomaduras de pelo! ¡Quitémonos miedos de encima, el planeta seguirá girando aunque nuestros Estados no puedan hacer frente a sus deudas! ¡Los que no seguirán girando en esta rueda de avaricia y desvergüenza son los cuatro mangantes que la están provocando!

martes, 5 de julio de 2011

¿Dónde está la UE?

Hoy, la creación de la Unión Europea en los años 50, puede parecernos algo lejano, cuando Alemania y Francia decidieron crear una Comunidad Económica destinada a favorecer el comercio del carbón y el acero, y de paso inaugurar una nueva de etapa de amistad entre las dos grandes potencias continentales, tras años de fatal desencuentro. Posteriormente cada vez más países se fueron uniendo al proyecto europeo, convencidos de sus grandes ventajas políticas y económicas, así como de su categoría de proceso histórico e imparable en un continente tristemente marcado en su historia por los conflictos bélicos. Así, la inicial Comunidad Europea fue creciendo, se transformó en la actual Unión Europea y, aunque siempre se incidió más en la integración económica de sus miembros (no es fácil renunciar a la soberanía nacional), también se fueron logrando avances, aunque menores, en el plano político, como la creación de una política exterior común o el cada vez mayor poder normativo del Parlamento Europeo. También se instituyó como un "club" defensor de los derechos humanos, que exigía una larga serie de requisitos en este ámbito a todo Estado que quiera entrar a formar parte de él, además, por supuesto, de todos los requisitos económicos hoy tristemente de actualidad.

En este tiempo de creciente influencia y optimismo del proyecto europeo, muchos países manifestaron su deseo de ingresar en la Unión, especialmente los de la antigua órbita soviética, que veían en la UE, por un lado, una oportunidad de modernizar sus economías y sistemas políticos y, por otro, un retorno a la vieja Europa de la que tanto tiempo habían estado separados por aquel telón de acero que ahora nos parece tan lejano.

Hoy, sin embargo, la Unión aparece ante el mundo más lánguida que nunca, desintegrada por unas, cada vez más, conservadoras y timoratas políticas internas de los Estados, que ante la incertidumbre que vive el planeta, prefieren el "sálvese quien pueda" a proseguir avanzando en un proyecto europeo en el que ya parecen no creer. El error de esta actitud, en mi opinión, parte de la absurda centralidad que hoy en el mundo se otorga a la economía, dejando de lado otros ámbitos de nuestra existencia mucho más importantes. Como ya he manifestado en entradas anteriores, la UE es el espacio geográfico del mundo donde se garantiza una mayor protección social a sus habitantes y supone todo un modelo a exportar y no a desmantelar, porque es fruto de lo mejor del espíritu humano, de la cultura ilustrada y de los derechos humanos. ¿Cuál ha sido entonces el error de la UE? Pues precisamente no exportar este modelo.

Un ejemplo es muy claro: Turquía. Este país, que es miembro asociado de la UE desde 1965, empezó las negociaciones para su adhesión plena en 2005. Tras sucesivas trabas y posposiciones de plazos, hoy esa adhesión parece más lejana que nunca y son muchos los turcos que, recordando su orgulloso pasado imperial, manifiestan que, puesto que Europa no los quiere, Turquía ya no necesita a Europa (y menos ahora que el país se está convirtiendo en una potencia regional en Oriente Medio, con criterio propio en política exterior y tasas de crecimiento económico que enrojecerían a cualquier país "occidental"). La UE no puede escudarse en la falta de cumplimiento de requisitos económicos, porque el AKP (partido islamista en el gobierno que recientemente ha revalidado su mandato), pese a sus muchos defectos en otros ámbitos, en este ha hecho los deberes a la perfección. Ni siquiera puede aducir falta de avances en la protección de los derechos humanos, donde, pese a que siguen existiendo problemas, la situación nada tiene que ver con la de hace veinte años. ¿Cuál es, pues el problema? Pues yo diría que son dos: la población y la religión.

Efectivamente, ni a Francia ni a Alemania les hace gracia que un país que les supera en población les superara, por ende, en representantes en las distintas instituciones europeas y, por tanto llegara a tener la misma influencia que ellos. Tampoco les hace mucha gracia un posible éxodo migratorio turco hacia otros Estados miembros una vez conseguida la adhesión. Sin embargo, y es una opinión personal, llegado el caso podrían llegar a soslayar estos "problemillas", pero no otro que consideran mucho peor: el hecho de que el 99% de la población turca sea musulmana. En no pocas ocasiones hemos oído al Papa manifestar su idea sobre las raíces cristianas de Europa y, por consiguiente, su existencia como un club cristiano. Tampoco deja de ser curioso que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (que no es un órgano de la UE, pero sí es "europeo") haya fallado recientemente a favor de que Italia mantenga los crucifijos en las escuelas públicas mientras también ha admitido la prohibición del velo musulmán en espacios públicos en Turquía y Francia. ¿Coincidencia?

Si aún hay tiempo para ello, en mi opinión nada podría favorecer más la democracia en todo el Oriente Medio y los países árabes que la adhesión de Turquía a la UE, que además supondría la integración de uno de los países más dinámicos, jóvenes y políticamente influyentes de la zona mediterránea. Frente a estas ventajas que parecen obvias, Europa una vez más se refugia en prejuicios nacionalistas y cortoplacistas y, sin darse cuenta, sigue perdiendo influencia en el mundo.

Pocos acontecimientos tan lamentables han ocurrido en lo que llevamos de 2011 como la artrósica inactividad de la UE ante las revueltas árabes que se sucedieron desde febrero. Los distintos gobiernos europeos, de los que formaban parte ministros acostumbrados a veranear en los palacios de Ben Ali o Mubarak, no sabían qué cara poner ante las inapelables manifestaciones ciudadanas que reclamaban aquello de lo que la UE se precia: sistemas democráticos para sus países. Finalmente, una vez más, tuvo que ser EEUU, con escasos intereses en la zona, quien empujara a los viejos países europeos a que se movieran, decretándose una acción militrar en Libia que aún hoy perdura, pero permitiendo baños de sangre en Siria o Bahrein, en casos exactamente iguales al libio. La imagen es, de nuevo, la de esa realpolitik que tanto daño hace al mundo, y que lleva a unos gobiernos de ser adalides de los derechos humanos a amigos íntimos de sátrapas de una semana para otra.

Frente a toda esta situación, haría falta un reforzamiento de la UE como espacio de integración política, eso que se ha dicho tantas veces pero que nunca es inútil repetir: lograr una UE de los ciudadanos y no de los mercados. Porque Europa se ha equivocado muchas veces a lo largo de su historia, y quizá hay muchas cosas de las que debamos arrepentirnos, pero también hemos creado cosas muy positivas para la Humanidad, como nuestro sistema de redistribución de la riqueza, del que debemos sentirnos orgullosos y no dejar que se desmantele sin más. La raíz de toda la crisis que estamos viviendo radica en que "no somos competitivos". ¿Pero aún hoy alguien se cree que podemos llegar a competir con China o India, países donde los más mínimos derechos sociales no son respetados? Por supuesto que no. Por eso, tanto o más importantes que nuestras movilizaciones en Europa, lo son las que se han empezado a ver en China de ciudadanos reclamando sus derechos sociales y laborales. En su fuerza y en nuestra resistencia está el futuro de todos.

Aprendamos del mundo en aquello de lo que nos puedan enseñar, pero enseñemos sobre aquello de lo que podamos estar orgullosos.

Seguimos!