martes, 10 de septiembre de 2013

El 'efecto Buenos Aires' o la lenta caída de un régimen

Asistimos el pasado sábado a uno de esos momentos-interferencia de los que van abundando cada vez más ultimamente y de los que me gusta hablar en este blog. Los llamo así porque suponen interferencias en el discurso oficial, monolítico, único, que se nos ofrece tanto desde ámbitos institucionales como periodísticos. Un discurso que, bajo palabras plúmbeas y revestidas de una falsa solemnidad como "pragmatismo", "responsabilidad" o "sentido de Estado", intenta acotarnos cada vez más las posibilidades de soñar con nuevas posibilidades de vida en común, imponiéndonos los marcos del debate y limitando las alternativas del mismo. Eres libre, nos dicen, elige entre las posibilidades de debate que nosotros te damos, pero no salgas de ahí o serás populista, terrorista o antisistema.

Pues bien, el sábado asistimos a un fenómeno que dejó en evidencia, de golpe, y en sólo una tarde, a todo el establishment español y a lo que el periodista Guillem Martínez ha denominado Cultura de la Transición (CT). De repente, y como si esos buenos aires argentinos hubieran causado un efecto extraño en nuestros representantes, estos aparecían ante nuestros ojos sin filtros, y no salieron nada bien parados.  ¿Y qué son esos filtros a los que me refiero? Creo que para ilustrarlo, nada mejor que un vídeo y después seguimos.

 

Efectivamente, esas risas de los periodistas ante un presidente de Gobierno que se niega a contestar una pregunta son uno de esos filtros, de baja intensidad, imperceptibles, que pasan como pequeños detalles cotidianos, pero que al final nos transmiten la idea de que no es tan grave que un representante público no responda las preguntas de los periodistas en un Estado democrático porque, al fin y al cabo, no es mala persona y hasta, a veces, es gracioso.

En Buenos Aires nadie se rió ante esto:



El sábado, la delegación española apareció como un grupo de señoritos antiguos, de esos de casino decimonónico, o como esos turistas españoles que viajan al extranjero y gritan en español al camarero que les atiende, sorprendidos de que no les entienda. Aparecieron como lo que son. No es de extrañar que, tras terminar el acto, Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid y su consejera de Educación, Lucía Figar, salieran en desbandada en el jet privado de Florentino Pérez. Todos pertenecen al mismo club y se encuentran en las antípodas de lo que es hoy el 99% de la ciudadanía española.

El que desde ahora será conocido como 'efecto Buenos Aires' hizo que, pese a contar con toda una apisonadora mediática puesta al servicio de vender unos Juegos Olímpicos en Madrid como algo absolutamente necesario para el progreso de la ciudad y, por extensión, del país, no se pudo contrarrestar la imagen chusca, prepotente y profundamente antigua que los gobiernos central, autonómico y local (junto a la ínclita clase empresarial, vampiros de dinero público siempre acechantes de su presa) nos ofrecieron en nuestras televisiones. 

Tres días después, cada vez más periodistas del régimen (¿cuántos periodistas iban entre los 180 delegados españoles con gastos pagados con nuestros impuestos?), arrastrados por una realidad que se niegan a aceptar, empiezan a asumir que la ciudad más endeudada de España (alrededor de 6.500 millones de euros), en la que hay niños que empezarán este curso en barracones o en la que plantas enteras de hospitales se están cerrando y facultativos están siendo despedidos por los recortes antisociales de su gobierno, quizá no fuera la más indicada para celebrar unos Juegos Olímpicos. Lo leí el mismo sábado en twitter (no recuerdo el autor, lo siento) y me encantó: no debes optar a unos Juegos Olímpicos para arreglar tu país, debes arreglar tu país para poder tener unos Juegos Olímpicos.

El sábado fue en Buenos Aires, pero seguiremos asistiendo al derrumbamiento progresivo de la Cultura de la Transición, que ya no crea los consensos que creaba, que ya no lidera la creación de opinión, que cada vez es más incapaz de restringir los términos del debate. Y que ya no puede maquillar más a la casta que nos gobierna.

El 'efecto Buenos Aires' nos ha dado otro empujón. Cada vez más gente despierta. Y a este régimen cada vez le queda menos tiempo.