sábado, 29 de octubre de 2016

¿Por qué esto ya no es como 1978?


 Ya tenemos gobierno y, por primera vez en la historia, sustentado en una gran coalición neoliberal, con dos patas fundamentales, PP y PSOE, y una accesoria, C's, que desaparecerá en breve una vez cumplida su función: frenar a Podemos.

Pero también tenemos otras cosas. Por ejemplo, una ruptura de los grandes mantras que dominaban el discurso político desde la Transición. Uno de ellos es el del consenso, que revestía de prestigio (de manera quizá única en Europa) la laminación de la pluralidad política. Todo acuerdo en favor de la "gobernabilidad", la "estabilidad" o el "interés general" (otros grandes palabros del régimen) era y es loado por los grandes medios de comunicación aunque el mismo implique la desaparición de la disidencia. Desde el 78, como Rajoy se ha encargado de recordar al PSOE en esta última sesión de investidura, PP y PSOE han llegado a grandes "pactos de Estado" que se encargaban de fijar el marco de lo aceptable para el régimen. Hace 10 años solían quedar fuera de ellos minorías que no atemorizaban (al contrario, reforzaban) al régimen: la izquierda abertzale o ciertos ámbitos del independentismo catalán, quedando así el resto (los "demócratas") dentro y definiendo claramente entre los buenos y los malos. La tensión territorial nunca fue un tabú para el R78, y hoy es uno de los escasos resortes que aún le chuta un poco, gracias a la inestimable colaboración del establishment catalán y sus partidos vasallos, CDC y ERC.

El pacto de la Transición se basó en dos desmantelamientos en el seno de la izquierda: el del PCE, llevado a cabo por Santiago Carrillo (se atribuye a Felipe González esa maldad que dice que Carrillo logró en un par de años lo que Franco no consiguió en 40: acabar con el PCE) y el del PSOE, ejecutado por un grupo de jóvenes encabezados por Felipe González, formados en fundaciones alemanas y que liquidaron también en cuestión de dos años al viejo PSOE en el exilio de Llopis y compañía. Hoy, casualmente, González y Carrillo son las dos figuras más reivindicadas por las tres patas de la gran coalición: PP, PSOE Y C's (no se me olvida la ardorosa defensa que hizo Albert Rivera en la primera sesión de investidura del antaño "asesino de Paracuellos"). Santiago Carrillo dijo que sí a todo lo que se le puso sobre la mesa y, como premio, aguantó que le llamaran asesino hasta que murió. Así quiere la derecha española a la izquierda.

Sin embargo, por primera vez en 40 años aparece un partido de izquierda alternativa, Podemos junto a las confluencias, que dice NO. Dice NO, en primer lugar, a un pacto PSOE-C's que pretendía hacer pasar por medidas de "progreso" la subida del SMI en seis euros al mes y no tocar una legislación hipotecaria decimonónica escrita por y para los bancos que nos hace ser la vergüenza de Europa. Por supuesto, también dijo NO al pacto PP-C's, que en lo esencial tampoco se diferenciaba mucho del acordado por el PSOE. Haber dicho sí al primer pacto hubiera supuesto integrar a Podemos en el sistema, proceder a una serie de reformas cosméticas que no inquietaran lo más mínimo a las oligarquías, ejecutar más recortes y cerrar la crisis de régimen que se inició en 2011 con la irrupción del 15M. Un cierre por arriba al estilo de 1978, pues.

No ha sucedido y eso ha llevado a la ruptura de otra costura del régimen, un régimen que se basaba en el falso antagonismo entre PP y PSOE, muy peleados en las formas y, sin embargo, muy de acuerdo en el fondo a la hora de gobernar en favor de los intereses financieros. Al no poder integrar a Podemos, no les queda más remedio que gobernar juntos, quitándose las caretas. El régimen gana tiempo pero pierde aún más cerdibilidad. No hay cierre por arriba porque Podemos lo impide, lo cual, pese a todas las presiones, críticas y al rodillo mediático, es un éxito del que nos tenemos que sentir orgullosos. Se alarga el proceso de fin de época en el que seguimos inmersos pero no se cierra en falso como en el 78.

Como ha dicho hoy Pablo Iglesias en el Congreso, hay una nueva España joven y sin miedo que ya no tolera ser tratada como menor de edad. Que comprende que lo único que tenemos los ciudadanos que no somos millonarios ni rentistas son unas instituciones transparentes que defiendan nuestros intereses frente a los grandes poderes económicos. Esa España ya no lee esos periódicos en papel que se han convertido en gacetillas ridículas donde escriben señores mayores (sí, sobre todo señores, con una prosa muy cipotuda) airados contra el mundo, como en aquella escena de Los Simpson donde el abuelo se quejaba a gritos contra las nubes. Esa España ha leído libros de historia y no le chirría en absoluto que en el Congreso se hable de hechos históricos sufridos en este país como el terrorismo de Estado o la connivencia de la Casa Real con corruptos o golpistas. Y que se hable en serio, con ese "tono" (otro espantajo del régimen) que espanta a los que quieren que en el Congreso se siga hablando con el lenguaje de madera de un salón versallesco. Esa España clama por la igualdad de género y le resulta bizarro un personaje como Rafael Hernando, ese símbolo de la masculinidad de palillo en los dientes y bourbon que recuerda a aquel Saza vestido de guardia civil disparando a un Sol que no salía por donde él esperaba. 

Yo no pertenezco a la generación que hizo la Transición. Nací en 1978, me la encontré hecha. Quizá no tendría la prepotencia de echarles en cara los errores que cometieron (a toro pasado todo se ve más fácil). Lo que no aguanto es que, desde aquella generación (que hoy cobra o está a punto de cobrar su pensión gracias a un ejército de precarios con sueldos de 500 euros) se nos den lecciones de democracia. Siempre lo he dicho, y aquí lo he escrito también: el 23 de febrero de 1981 hubo un golpe de Estado en este país y no salió a defender la democracia a la calle ni Dios. No jodamos, por favor. Sólo les pido un ejercicio de empatía porque, repito, sus pensiones dependen de esos chavales de 20 años que esta noche estaban manifestándose delante del Congreso, no del PP ni del PSOE, que no tendrán ningún reparo (y lo veremos en breve) en empezar a recortarlas, y ya veremos en qué medida.

Sí, hablamos en el Congreso de manera diferente a ustedes, entendemos la politica de manera diferente a ustedes, hemos viajado, hemos emigrado, tenemos amigos en otros países, ganamos sueldos precarios pero hemos aprendido a protegernos y a utilizar nuestros saberes en red. Y en cinco años hemos herido de muerte a un régimen que se pensaba intocable en su prepotencia. Acostúmbrense a nosotros porque queremos gobernar este país.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Show me a hero and I'll write you a tragedy

A los que hayáis visto la miniserie de HBO "Show me a hero" os sonará el título de este post. A los que no, os la recomiendo como todas las demás del gran David Simon. No es que Pedro Sánchez me parezca un héroe, ni muchísimo menos, pero tampoco lo era el protagonista de la serie, basado en un personaje real, Nick Wasicsko, que llegó a ser alcalde de la ciudad de Yonkers y que, al igual que Sánchez, fue pasto de la máquina de picar carne que es un partido político de masas. Sánchez, a diferencia de Wasicsko, no llegó a tocar poder institucional alguno, pero ambos eran personajes anodinos dentro de sus partidos, con cierto atractivo físico, que fueron utilizados en un momento dado para ser candidatos y, sin solución de continuidad, defenestrados por los mismos que los auparon.

Sánchez no me parece un personaje digno de defensa. No se ha mostrado audaz más que cuando el filo de la navaja empezaba a rascarle y asomaba un hilito de sangre en su cuello. Contemporizó tanto que al final se vio arrasado por un régimen que, desgraciadamente, a día de hoy sigue manejado por personajes tan siniestros como Felipe González. El pánico cerval del sistema del 78 a que Podemos toque poder llevó a Sánchez a pactar con la derecha de C's y después tratar de presionar a la izquierda de Podemos, en lugar de hacerlo al revés como la lógica, la aritmética y el propio corazón de la izquierda hubieran pedido. Se plegó también al discurso de que no se podía siquiera hablar con nacionalistas catalanes o vascos mientras el PP nos hacía tragar como si tal cosa que Ana Pastor fuera nombrada presidenta del Congreso con los votos de esos mismos nacionalistas catalanes y vascos. Parece que estuvo a punto de plegarse también al discurso que le exigía la abstención frente a Rajoy en segunda votación de investidura pero ahí hubo un viraje y se salió del guión. A partir de ese momento, Sánchez se convierte en una interferencia para el sistema. Empiezan a aparecer editoriales en El País que lo destrozan (el historial de editoriales golpistas en El País, tanto de consumo interno como para las aún consideradas por el diario como provincias de Ultramar, es ya largo), los tertulianos de la peor derecha mediática empiezan a descubrir su amor por Felipe González y Susana Díaz y empieza a crearse ese clásico en España: la unanimidad de los medios, el rodillo cuando algo no les gusta y consideran que hay que acabar con ello (en ese sentido, los medios españoles son un órgano más del régimen, el único, podríamos decir, que aún funciona bien). Lo utilizan con Podemos cada vez que hay elecciones y no han dudado en utilizarlo con Sánchez. El miércoles 28 de septiembre, Felipe González es entrevistado en la Ser y dicha entrevista actúa como silbato de ultrasonidos para que grupillos de perritos falderos actúen por la tarde a las órdenes del capo. Adiós, Pedro Sánchez. Ya no nos gustas y el cuerpo nos pedía hacerte otro tamayazo. Esa misma tarde-noche, Felipe González desde Chile (ya sabemos de él que prefiere el Chile pinochetista a la Venezuela de Maduro) responde a los periodistas entre risas que él no es Dios. Escena truculenta y diálogo que suena a advertencia para aquellos que hemos intentado tumbar este régimen y no hemos podido, ahí sigue Felipe con sus gafas de sol, sus amigos contrabandistas y sus fosas comunes para pararnos los pies. Por la tarde en La Sexta y por la noche en 13TV entrevistan a Corcuera. A Corcuera! Y pide encarecidamente que se deje gobernar a Rajoy y defiende a Rita Barberá. Así estamos en España en 2016.

Lo que sucede en el PSOE tiene dos vertientes. Una es fundamental y es la crisis de la socialdemocracia en Europa que se hunde en sus propias contradicciones, empeñada en decir que gobierna para la gente mientras ejecuta escrupulosamente políticas dictadas por la troika. Lo vimos con Blair en Reino Unido, lo vemos en Francia cuando el gobierno Valls aprueba una reforma laboral basada en la española del PP, lo vemos con el PASOK griego, quizá el más próximo al PSOE en cuanto a su descomposición. Frente a ello, las clases populares, que se ven desprotegidas, abandonan esos partidos socialdemócratas y se refugian en otras opciones: en la mayoría de países europeos esas opciones están pasando por la extrema derecha: Francia, Holanda, Alemania, Hungría... Sólo España ofrece un modelo diferente, muy probablemente por la ruptura que supuso el 15M. Somos el único país donde la alternativa política a un sistema que está diseñado por y para los intereses financieros se ha articulado a través de un partido de izquierda. En eso seguimos siendo un ejemplo a seguir. Muchos estamos frustrados por no haber podido hacer más frente a este sistema podrido y nos frustramos más cada noche electoral cuando vemos que una mayoría social sigue votando a criminales. Pero tener 5 millones de votos y 71 diputados con un partido de izquierda alternativa es histórico y me consta que muchas izquierdas europeas nos miran con envidia y esperanza. Podemos fue un rayo de luz no sólo para mucha gente en España sino también en Europa: nos miraban en Reino Unido, en Francia, en Italia... Hoy todo parece algo más oscuro, pero no desperdiciemos lo que tenemos.

La segunda vertiente de lo que le sucede al PSOE es interna. El partido se está convirtiendo en un partido regional de Andalucía y Extremadura. Una especie de Convergencia i Unió del sur de España. Pero intentan seguir actuando como un partido estatal de mayorías. Un partido que gobernó Euskadi y ha llegado a tener la hegemonía en el poder local catalán (y a veces también en el autonómico) hoy es irrelevante en ambos territorios. Como el PP. Porque ambos tienen exactamente el mismo discurso en cuanto a la cuestión territorial. El PP se ha dado cuenta de que puede gobernar España sin Euskadi y Cataluña. El PSOE no puede. Y no se da cuenta. Susana Díaz está convencida de que se presentará a las generales y sacará un resultado como el de Felipe en el 82. Muy probablemente quedaría por debajo de los 85 de Sánchez. El PSOE se ha ido tanto a la derecha que ha perdido contacto, en primer lugar, con su propia militancia y, en segundo lugar, con el propio país. No entiende España, ni las desigualdades brutales que han surgido desde 2011 ni la necesidad de una nueva articulación territorial. 

El espectáculo al que estamos asistiendo estos días con el affaire Sánchez no se trata de una lucha por el poder en el PSOE. Si Sánchez hubiera dejado gobernar a Rajoy, hoy seguiría siendo secretario general y los barones sonreirían y le harían la pelota sin rubor. Se trata de la lucha por la gestación de una gran coalición neoliberal en España al servicio de la troika. Algo, por tanto, histórico. De ahí el lío mediático y el histerismo de tantos que la llevan anhelando hace meses. Está siendo un parto difícil pero parece que la criatura, aún con fórceps golpista (un método de alumbramiento que en España es muy utilizado), está saliendo. No hay un nervio social que pueda imperdirlo por el momento, así que Felipe y compañía siguen haciendo y deshaciendo a su antojo, despreciando al pueblo y sirviendo como mayordomos millonarios a sus amos banqueros, como siempre ha hecho la España oficial frente a una España popular que raras veces se ha alejado del "vivan las caenas".

Muchas cosas han pasado desde 2011. Muchas frustraciones y alguna que otra alegría. Pero cinco años no es nada en un ciclo histórico de cambio de época como el que vivimos. Sólo unas pocas cosas de las que estamos viendo quedarán en los libros de historia. Una será el 15M. El 28 de septiembre de 2016 será otra. Los dos lados del péndulo. Robespierre y Napoleón. Pero nos quedan muchas cosas por ver, llegarán más lentas de lo que querríamos muchos, pero llegarán.

domingo, 1 de mayo de 2016

Votar nunca será una mala noticia

Casi cuatro meses después vuelvo a este blog, después de mi última entrada que mostraba mi decepción con la actuación de la CUP en Cataluña, que se convirtió en muleta para que CDC gobernara de nuevo y pudiera refundarse sin problemas, en lo que fue el primer apuntalamiento exitoso del régimen ante su desmoronamiento que empezó en 2011. 

Sinceramente pensaba, y así se lo contaba por escrito y de palabra a quien tenía la paciencia de escucharme que a nivel estatal iba a pasar exactamente lo mismo, es decir, que si PP y PSOE, como sucedía efectivamente, sumaban mayoría absoluta, no iban a dejar pasar la oportunidad de gobernar juntos, con algún tipo de cambalache, vendiendo de nuevo la moto, apartando a Rajjoy como se apartó Mas, pero juntos. Y, sin embargo, no ha sido así. Y eso me da muchas esperanzas para el futuro.

¿Por qué no ha sido así? Pues creo que la causa fundamental es que si el PSOE hubiera accedido a hacerlo, habría salvado esta legislatiura pero para la siguiente estaría desaparecido, y si desaparece el PSOE, desaparece el régimen porque, como mucha gente ya se ha encargado de observar antes que yo, el PSOE (y no el PP) es el gran vertebrador del régimen del 78. Bien es cierto que ha intentado una gran coalición light con C's, esa importación del Procés catalán, que no sólo ha servido para mantener a flote a CDC sino que ha exportado a toda España una nueva derecha neoliberal y guapérrima. Cataluña es hoy el gran laboratorio de las derechas: no olvidemos que la gobierna una gran coalición neoliberal y que el primer partido de la oposición también es neoliberal. Caso diría que único en Europa. El sueño húmedo de la troika, Vargas Llosa y Esperanza  Aguirre juntos. En Cataluña esto fue posible porque por estos lares hay algo que chuta mucho y que en España ya no: las banderitas. Lo han intentado: la amenaza del "se rompe España" fue leit motiv en la campaña del 20D y lo explotaron y, como digo, C's surge de ahí, pero ni así ha sido suficiente para justificar una gran coalición PPSOE (ni siquiera para apuntalar una coalición PPC's). La banderita no tira para eso.

¿Y por qué digo que tengo ilusiones para el futuro? Porque tras meses leyendo, escuchando y sufriendo la bronca constante de los que ahora se erigen en representantes de aquella generación del 78, que no movió el culo del sofá cuando Tejero se plantó dando tiros en el Congreso (nota: Sampedro, por ejemplo, nunca se erigió en representante de nada y siempre nos acompañó y nos iluminó, por eso a él cada vez se le echa más de menos y a los Azúa, Marías y Muñoz Molinas, más de más. Fin de la nota), por una vez, y a dos días de la disolución de las Cámaras y convocatoria de nuevas elecciones (toquemos madera y que no pase nada, la sombra de Mas es alargada), la izquierda alternativa no ha tragado con las imposiciones de la derecha y, como dice Íñigo Errejón, desempatará el pueblo. Ahora nos tocará oir las quejas de los Marías y Azúas sobre lo caras que son las elecciones, la campaña y el engorro que es volver a votar. Un país que estuvo 40 años sin poder hacerlo y que inyectó 60.000 millones a los bancos sin rechistar, preocupado por gastarse 160 millones en mailings, papeletas y pancartas.

A mí me hace ilusión volver a votar y además me hace ilusión romper también este marco que es puro franquismo (votar es un engorro, el pluralismo es dañino, lo que mola es el pacto...). La política es, per se, confrontación y conflicto. Yo no voté para que mis representantes pactaran, voté para que ganaran. Y si no ganan y hay que pactar, quiero que defiendan mis intereses con firmeza, no que traguen con subidas del salario mínimo de 6 euros al mes, abaratamiento (aún más) del despido y mantenimiento de los desahucios tal cual están ahora. Para eso me da exactamente igual que siga el PP en el gobierno. Así que sí, yo les premio que no hayan tragado por una vez en 40 años, nunca se lo podría penalizar. Y, además, me han regalado otros dos meses de soñar con un país donde el partido más votado no sea una carterva de mafiosos impresentables. A por ellos.

martes, 12 de enero de 2016

Para CDC nuncá habrá sandalias



Pues ya tenemos nuevo presidente en Cataluña y, oh sorpresa, vuelve a ser un presidente de CDC. Ni siquiera de ERC, ni siquiera un “independiente”.  La diferencia no sería mucha ya que el consorcio JxS no deja de ser un ómnibus neoliberal pero al menos ofrecería una cierta ilusión de cambio. Ni eso nos han regalado los prohombres representantes de esas 400 familias que, no sólo mandan publicando sus normas en el DOGC, sino también aleccionándonos moralmente. Pudimos verlo este mismo domingo en el acuerdo firmado entre JxS y CUP que, conforme avanza por los distintos puntos, se va transformando de un acuerdo de investidura en un cilicio en prosa. Enric Juliana habla de la gente de la CUP como franciscanos políticos y a ciertos franciscanos eso del "Penitenciagite, Penitenciagite", pues les pone. 

Tampoco invento nada si digo que en la política catalana el relato no es que sea importante, es que es importantísimo. Mucho más, si cabe, que las acciones políticas en sí. El relato lo domina todo: las teles públicas, los periódicos paniaguados y los Marhuendas patrios (que los hay) se encargan de vociferarlo. ¿Y qué nos viene a decir el relato mainstream catalán impuesto desde 1978 por CDC y sus mariachis? Pues algo que, creo, en cualquier otro lugar del mundo con una prensa relativamente libre y una sociedad civil digna de tal nombre, duraría lo que un bizcocho en la puerta de un colegio. El mensaje es, atención: Cataluña es un lugar que ansía cambios. No sólo eso, es el motor del cambio político en España. Ahora ya incluso quiere la independencia. Casi ná. Pero, curiosamente, y a la vez, se empeña en permanecer siendo un reducto neoliberal gobernado por la misma derecha desde 1978 (considero los dos tripartitos un paréntesis de quiero-y-no-puedo precisamente por subordinarse sus miembros al marco hegemónico en lugar de intentar romperlo). CDC ha gobernado 28 de los 37 años de “democracia” que llevamos, y de momento, ya han logrado un año más.

Desde que comenzó la mal llamada crisis económica allá por 2008, en España hemos asistido a ver cómo gente se tiraba por la ventana por la asfixia de los bancos, ancianos analfabetos estafados con preferentes, despidos masivos e infinitos casos de robo de dinero público a manos llenas por parte de nuestros “representantes”. Ocho años ya. También hemos vivido un 15 M, que introdujo, por primera vez en el país desde 1978, una remodelación de marcos mentales y políticos desde abajo cuyos efectos, afortunadamente, aún perduran si bien no han sido suficientes para tumbar al régimen.

En estas llegamos a enero de 2016 en Cataluña, y nos encontramos con que, en el lugar que (dice que) ansía más cambios, que se autoerige en la brújula que nos guiará a todos contra la monarquía bubónica (me lo apropio, Beiras me lo perdonará), que se vende al mundo como ejemplo de desobediencia civil y democrática, vamos e investimos a un presidente cuyos hitos políticos han consistido en poner candados en los cubos de basura de Girona para que los pobres no rebuscaran comida dentro y dieran mala imagen, asistir a beatificaciones de monjas franquistas con el ministro Fernández Díaz y cargar a la factura del agua la compra por el Ayuntamiento de obras de arte.

Y claro, cualquiera de fuera del ecosistema me dirá: no cuela. Bueno, pues sí cuela. Ha vuelto a colar. Mucha artillería hay que tener para que cuele. Y la tienen. Voy a tratar de explicarlo. Soy madrileño. Vivo en Cataluña hace 8 años. Cuando llegué a Barcelona me encantaba la CUP y tenía esa imagen de Cataluña como lugar alejado de la cutrería política española, con cierto espíritu revolucionario, antipepero... En fin, que me había creído eso del “oasis”. Porque, y esto a mí al menos me parece muy acojonante, el régimen.cat (esto es otra apropiación, gracias Guillem Martínez) no sólo emite hacia dentro, también emite hacia fuera, y existe en Madrid toda una cohorte de izquierda guay que, para demostrar su pedigrí, debe defender a capa y espada a las izquierdas alternativas periféricas, ya sabéis, que si no eres un españolazo facha, franquista y bla, bla, bla. Defender implica defender a tope o, como mucho, callar si la cosa ya es tan escandalosa y se te sale tanto de la ógica que te estalla el cerebro si le das sólo un par de vueltas. Yo era bastante así.

He asistido a más manis en Barcelona en ocho años que en Madrid en toda mi vida. He ido a todas las que he podido, a muchas, muchas con cuatro gatos mal contados tirando huevos a la sede del PP de calle Urgell con mossos superándonos claramente en número (qué curioso, nunca vi manis indepes ahí, pero ese es otro tema). Y en muchas de esas manis me encontraba con David Fernàndez o Ada Colau, y me gustaba. Me emocioné con la sandalia de David a Rodrigo Rato y me encantó que le llamara mafioso a la cara, y también con la intervención de Ada en el Congreso contra el representante de la banca. 

Sin embargo, hay un punto de inflexión que me hace empezar a salir de la hipnosis (vamos a llamarlo así) y es el tremendo (porque fue tremendo) rapapolvo que echó Jordi Pujol a todos (A TODOS) los diputados del Parlament en la Comisión de investigación contra la corrupción. No sólo fue el rapapolvo, frente al que todos callaron o, a lo sumo, balbucearon algún sinsentido, sino el besamanos que se produjo después delante del atril del capo. La primera que se levantó a besar al padrino, Marta Rovira de ERC.

Después vino el abrazo fraterno entre David Fernàndez y Artur Mas, que fue defendido con uñas y dientes por los palmeros cuperos como un detalle que no les gustaba, pero que no era para tanto (lo oiréis mucho esto en la izquierda indepe catalana: “oye, no me gusta ni me entusiasma, pero...”), y luego otro abrazo, y otro, y otro... El último en una charla organizada por el diario indepe Vilaweb (a partir del minuto 46, mírala aquí) donde el entonces MHP aleccionaba a DF sobre cuál debía ser el papel de la CUP ante las “plebiscitarias” del 27S: básicamente depurar disidentes y laminar al que se separase "un milímetro" del eje nacional.

En estos tres últimos meses, uno de los principales defensores, no ya de que CDC siguiera cortando el bacalao en Cataluña, sino de que lo siguiera haciendo el propio Artur Mas, fue David Fernàndez, y en un premonitorio artículo en Ara “recomendó” a la CUP dar dos votos “al Procés” (Artur Mas pasó a llamarse Procés en ese momento).

Se cuentan muchas cosas por aquí, y como siempre, con el búnker informativo que sufrimos, tanto en Barcelona como en Madrid, no nos enteramos ni de la misa la mitad. Se dice que CDC financió a la CUP en sus inicios, que el propio Fernàndez se reunió con Jordi Pujol para explicarle qué era aquello del 15M... Como decía el mismo Pujol “diuen, diuen, diuen...”. Yo creo que la realidad incluso supera eso, pero es sólo una impresión, claro. Creo inverosímil firmar algo como lo que ha firmado la CUP sin que haya algo más detrás. ¿El qué? Ni lo sé ni me interesa. Me alegro de no ser parte de ello. Allá ellos con su responsabilidad.

Sí tengo algunas cosas claras porque lo viví: sé que, después de Madrid, probablemente el lugar donde el 15M recibió mayores ataques de los poderes dominantes fue Barcelona. Y con poderes dominantes aquí me refiero al independentismo hegemónico, que nunca tragó un movimiento que era realmente espontáneo y congregaba a esos a los que, ni CUP mediante, ellos logran llegar: las clases populares urbanas. Carod Rovira nos recomendó amablemente que nos fuéramos a mear a España

El éxito del discurso hegemónico catalán es que lo emite la derecha y lo compran amplísimas capas de la izquierda, incluso de la izquierda alternativa. Y lo acabamos de ver con la CUP, que estaban tan indignados con que un conseller de ICV mandara a sus policías a apalearnos que han acabado por investir a un presidente de CDC, hombre ya.

La CUP es la última fuerza política en Cataluña. Lo petan en Sant Cugat y el barrio de Gràcia pero no se comen un colín en el que debería ser su granero fundamental de votos: los barrios obreros de las ciudades. David Fernàndez se consagró como factótum del régimen presidiendo con orgullo una comisión de investigación (¡una comisión de investigación! ¿Desde cuándo ese artefacto sirvió de algo en España?) en el Parlament donde lo que pasó a ser más interesante en la izquierda indepe era qué camiseta llevaba David ese día. Volviendo a la sandalia de Rato, hace tiempo que caí en la cuenta de que sí, se la sacó a Rato (que en Cataluña pinta poco) y le llamó mafioso a la cara, pero nunca hizo un gesto ni remotamente parecido con ningún mafioso local, y mira que los hay. A Pujol  fue a recogerle a la puerta del Parlament y le acomodó en su silla amablemente. Para él no había sandalia. No las habrá nunca.